Soñé que iba en bicicleta. Brillaba un sol luminoso, el cielo pintado de azul vivo. A mí lado se divisaban parajes con bosques frondosos, y al fondo una alta montaña. Primero pedaleaba tranquilamente, pero a buen ritmo. Luego empecé a subir la cuesta. Cambié las marchas, mis piernas seguían el ritmo de la música que sonaba en mi mente. La subida se hizo más difícil. Aumenté la intensidad y la concentración, empecé a sudar. Al mismo tiempo iba notando la adrenalina en mi cuerpo. La montaña parecía cada vez más empinada, pedalear me resultaba cada vez más difícil. Adapté las marchas. Poco a poco fui subiendo lentamente, pero usando toda mi fuerza. Respiré rápido, tensé los músculos y fui llegando a la cima. Una intensa sensación se adueño de mí, me sentía casi omnipotente. Ni noté el cansancio, era como si estaba en trance.
De repente desperté. La bicicleta sólo tenía una rueda y se encontraba apoyada en el suelo de madera. Miré a mi alrededor. Una suave luz llenaba la estancia, la montaña había desaparecido. Sólo se veían unos pocos ciclistas con ropas extrañas. La música rítmica seguía sonando.
Sonreí satisfecha.