Te detienes al centro del verano
y brota un año más, otra clausura.
Se diluye la tarde en la espesura.
El mundo se renueva y es en vano.
El día agoniza a la mitad del llano.
El aire es una voz: calla y murmura.
Todo se va y se pierde sin premura.
Todo se apaga en el confín lejano.
Nuestra será la noche. Será tuya
la honda oquedad sin nombre, ese vacío
donde reina la nada, el poderío
del instante perpetuo y desterrado.
El tiempo está filtrando del pasado
la arena que a su paso la destruya.
José Emilio Pacheco