lunes, 22 de agosto de 2011

El río


Uno..dos...tres! Abrió los ojos de nuevo. La magia no funcionó.

Se puso un albornoz rojo y se dirigió al dormitorio arrastrando sus pies descalzos. Abrió el armario. Escogió un tejano gastado, una camiseta azul claro con dos hileras de cristales Swarovski y zapatillas de deporte. Se recogió el pelo en una cola y se puso colonia fresca.

- Un buen comienzo del día-, pensó.

Bajó la escaleras, se dirigió a la cocina y puso en la radio una emisora de rock. Se preparó unas tostadas con mermelada y un zumo de naranja. Colocó el filtro en la cafetera y apretó el botón.

- Huele de maravilla!, pensó aspirando el aroma casero a café.

Se sentó a la mesa y hojeó el periódico mientras se bebía el zumo de naranja a pequeños sorbos. Después se dirigió  pausadamente al jardín. Hacía un día espléndido. Lucía el sol y ni una sola nube ensombrecía el cielo. Miró al horizonte, un avión diminuto como un alfiler dejaba una línea blanca hasta el infinito que se evaporaba al momento. Abrió la valla trasera del jardín y se montó en la bicicleta. Después de pasar unas calles poco transitadas, se encontró rápidamente en las afueras de la ciudad y se dirigió al río. Pedaleó rápido, muy rápido, hasta que empezó a sudar. Luego aflojó el ritmo y se concentró en lo que veía a su alrededor.  Un suave viento ondulaba el agua plateada, las aves acuáticas se mecían con su vaivén. A poca distancia, un pato de voz estridente se reía y un cisne se balanceaba orgulloso junto a su pareja. Los juncos junto al río silbaban con el viento.

Miró a la derecha. Una casa antigua cubierta de hiedra se divisaba al lado de la estrecha carretera. En la parte delantera, un jardín lleno de macetas multicolores y un columpio para niños.

- Parece la casa de Hansel y Gretel-, se dijo.

La carretera se hizo más angosta, desde allí sólo podían pasar bicicletas. Después de una curva oyó voces masculinas y dirigió su mirada a la orilla del río. Varios pescadores habían echado sus cañas para pescar. En el suelo se veía una tela verde caqui enrollada, parecía que contuviera un cuerpo. Por un momento, le vino a la memoria el relato de Carver en que encuentran a una chica muerta junto al río.

- Tengo demasiada imaginación-, pensó
- Seguro que estos pobres pescadores tienen una vida monótona, y nunca se les ha ocurrido asesinar a alguien-

Siguió pedaleando hasta el puente y luego decidió volver. Había pasado más de una hora y se estaba alejando demasiado de casa. Ya no se veía a nadie en esta ruta, sólo se oía el trino de los pájaros. Algunas nubes de algodón aparecieron en el horizonte.

- Es mejor que vuelva-, se dijo a si misma.

Ya cerca del barrio, se paró un momento en un bar junto al río y pidió un helado. Escogió uno de fresa de un color llamativo, le recordaba a sus años infantiles. Se sentó en un banco junto al bar y lo saboreó poco a poco.

Luego escogió una ruta más corta para volver.

"El espejo, el río, la ciudad", fragmento - Rosa 2005