Acaban de llamar a la puerta. Al abrirla, me entra un suave aroma a canela. Mahjoub, mi vecino de enfrente nos ha traído unas galletas hechas en casa. Cuando finaliza el Ramadán, o incluso cualquier día entre semana, a menudo nos sorpenden con dulces o deliciosas galletas caseras. Es una familia muy agradable con tres chicos jóvenes, hace muchísimos años que viven en nuestra calle. Su casa está decorada al estilo marroquí, con un enorme sofá que se adapta a la forma del comedor. Cuando alguna vez nos pasamos por su casa, siempre nos reciben amablemene con un té hojas de menta preparado con mucho cariño.
Mi vecino es poeta, actor de teatro y de cine. También traduce clásicos de la literatura árabe. Normalmente viste al estilo europeo, y muchas veces lleva sombrero o una gorra al estilo inglés, que le da un aire de señor elegante. Cuando celebramos alguna fiesta en la calle o vienen a comer a casa se pone con sus mejores galas al estilo tradicional marroquí, orgulloso de sus raíces.
Me gusta la forma que tiene de ver la vida, su tono de voz amable, su paz interior. Su capacidad para compaginar dos culturas tan diferentes.
Y él, al contrario que mucha gente de corazón cerrado, sabe que enriquece.