- Para cuando incluso olvidemos el día en que vivimos -
Hace un año que la casa está vacía. Las persianas bajadas, domina la oscuridad. Unos muebles cubiertos por una capa de polvo, otros con sábanas por encima. Huele a cerrado. Pero esas paredes podrían contar historias de hace mucho tiempo, de cuando aún correteaban niños por los pasillos.
Desde que murió mi madre se fue encerrando en su mundo. Lo único que le apetecía era escuchar música y, algunas veces, escribir. Acomodó una pequeña habitación para sala de estar, con una televisión y su equipo de música. Se ponía los auriculares, se sentaba en su sillón preferido y se pasaba horas así. Y, poco a poco, fue llenando una pared con fotos enmarcadas de mi madre, sus hijos y nietos. Parecía un mausoleo.
Cada vez que entraba en esta habitación me daba un escalofrío. Tenía la sensación que todas las figuras inmóviles se me quedaban mirando fijamente, incluso mi propia imagen de hace unos años.
Y así, junto con sus recuerdos olvidados, se le escapaba la vida...